Cómo el Entorno Moldea tu Relación con el Dinero
La Rentabilidad Empieza en la Mente
¿Te has preguntado por qué actúas como actúas con el dinero? Personalmente me costó mucho poder cambiar todas mis creencias acerca del dinero, debido a que desde pequeño jamás me enseñaron nada acerca de él.
En vez de centrar el post en una experiencia personal, voy a tratar de explicarlo con un ejemplo.
Imagina la historia de Laura, una profesional de 35 años. Cada vez que cobra su sueldo, siente un impulso casi automático de darse un capricho costoso. Sabe que debería ahorrar, pero algo más fuerte la empuja a gastar. En paralelo, su amigo Carlos invierte en cualquier trend financiero que ve en internet, temiendo “perderse la próxima gran oportunidad”. Y luego está Marta, que creció oyendo a sus padres discutir por dinero y hoy evita revisar sus cuentas por la ansiedad que le genera. ¿Casualidad? En absoluto, nuestro entorno, la familia, los amigos, la sociedad y hasta las redes sociales, moldea profundamente nuestra relación con el dinero.
Vamos a intentar explicar por qué a veces repetimos patrones aprendidos en casa, cómo nos afecta la presión social (desde “dime con quién andas y te diré cuánto gastas” hasta el temido FOMO financiero) y de qué manera las redes sociales pueden ser tanto una trampa de comparación constante como una herramienta para mejorar.
También hablaremos de la psicología detrás de todo esto, sesgos cognitivos y comportamiento financiero, con evidencia científica, pero sin abrumarte.
Lo importante es entender por qué somos como somos con el dinero y qué podemos hacer para cambiarlo.
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1. Herencia Familiar: tu primer “script” sobre el dinero
Piensa en tus primeros recuerdos sobre el dinero. Tal vez de niño escuchabas frases como “el dinero no crece en los árboles” o notabas que en casa era un tema tabú. Desde edades tempranas empezamos a formarnos ideas y emociones en torno al dinero, muchas veces copiando lo que vemos en nuestros padres. De hecho, los psicólogos señalan que nuestras actitudes financieras se empiezan a gestar sorprendentemente pronto: investigaciones revelan que ¡con solo 15 meses de edad! los bebés ya hacen distinciones según señales de riqueza, prefiriendo acercarse a quienes parecen tener más recursos.
Es casi instintivo. Pero más allá de esa curiosidad inicial, es el entorno familiar el que juega un papel crucial en cómo terminarás relacionándote con el dinero al crecer.
Si tus padres fueron ahorradores y hablaban abiertamente de finanzas, seguramente heredaste hábitos positivos. Por el contrario, si en casa se vivía al día, había deudas ocultas o simplemente nunca se hablaba del tema, es probable que esas actitudes hayan dejado huella en ti. Los valores y prácticas financieras que vemos en la familia moldean enormemente nuestra forma de percibir el dinero y administrarlo en la vida adulta. Laura, por ejemplo, recuerda que de niña sus padres gastaban tan pronto cobraban; ahora ella repite ese patrón, casi sin darse cuenta, porque creció normalizando que “el dinero quema las manos” y hay que gastarlo rápido antes de que “desaparezca”.
La familia nos transmite creencias sobre el dinero (a veces llamadas “guiones financieros”): desde ideas como “el dinero es seguridad” hasta “el dinero es la raíz de todos los males”. Esas creencias pueden condicionarnos de adultos. La buena noticia es que no están grabadas en piedra. Igual que Laura puede re-aprender a manejar su sueldo de forma más consciente, todos podemos cuestionar y actualizar esas lecciones de la infancia. El primer paso es reconocerlas: ¿Qué te enseñaron en casa sobre el dinero? ¿Había escasez o abundancia? ¿Se veía el dinero con miedo, con amor, con vergüenza?
Identificar ese chip heredado te ayudará a decidir qué partes te sirven y cuáles necesitas “reprogramar”. Al final del post veremos consejos prácticos para hacerlo, como hablar más abiertamente de dinero con la familia o crear nuevos hábitos que rompan ciclos negativos.
Personalmente, crecí en un entorno humilde. En mi casa siempre se valoró el trabajo duro, aunque los ingresos fueran modestos. Mi madre era carnicera y cobraba unos 900 € al mes, recuerdo que en pesetas rondaban las 100.000, y mi padre, que en paz descanse, tenía una situación similar. En toda mi familia no había nadie que hubiera emprendido, invertido o hablado de dinero más allá de cubrir lo justo.
Comparto esto porque durante mucho tiempo cargué con hábitos de escasez. Me costó muchísimo cambiar esa mentalidad. Al principio, cualquier inversión que me generara pérdidas, aunque fueran temporales, me dolía profundamente. Me habían enseñado que el dinero cuesta mucho de ganar, y perderlo así, era como una traición a ese esfuerzo.
Hoy, más de una década después, mi relación con el dinero ha cambiado radicalmente. Ahora lo veo como una herramienta. Algo que se mueve, que utilizo, que circula entre proyectos, ideas y oportunidades. Ya no me duele ver ese número fluctuar.
Entendí que el valor no está en guardar cada euro como si fuera el último, sino en saber ponerlo a trabajar, en tener visión de largo plazo. Y eso también se entrena.
2. Influencia Social: amigos, colegas y la presión de grupo
Sigamos con la historia. Carlos, ese amigo que invierte impulsivamente, no actúa en el vacío: resulta que todos sus colegas del trabajo hablan de apuestas en bolsa y criptomonedas como si fuera la vía rápida a la riqueza. Rodeado de ese entusiasmo, Carlos siente que si él no hace lo mismo, se queda atrás. Aquí entra en juego el famoso efecto de grupo. Nuestro entorno social. amigos, compañeros de oficina, círculos cercanos, constantemente nos envía señales de qué es “normal” hacer con el dinero. Y por pertenecer o por no desentonar, tendemos a imitarlos, a veces incluso sin darnos cuenta.
Hay un dicho adaptado que lo resume bien: “Dime con quién andas y te diré cuánto consumes”. No es broma: solemos ser el promedio de las cinco personas con las que pasamos más tiempo, incluyendo nuestros hábitos financieros.
Si tu grupo de amigos es ahorrador y cada uno cuida sus gastos, es más fácil que tú también lo seas. Pero si tu pandilla vive de comprar el último capricho, salir a lugares caros o competir por quién tiene el coche más nuevo, cuidado: por muy sensato que seas, es probable que termines copiando esas tendencias de consumo. Como bien se sabe, las actitudes se contagian. En otras palabras, nuestro círculo nos arrastra hacia sus costumbres: si todos tus colegas comen en restaurantes lujosos después del trabajo, pronto te sentirás tentado a hacer lo mismo para “no quedarte fuera”. Y así, sin planearlo, puedes acabar gastando más de la cuenta solo por la presión social de encajar.
La psicología financiera tiene un término para esto: mentalidad de rebaño. Es uno de los sesgos cognitivos más comunes y describe nuestra tendencia a seguir y copiar lo que hace la mayoría, sobre todo si son personas cercanas o cuya opinión valoramos.
¿Nunca has tomado una decisión influido por lo que te dicen tus amigos, familia o colegas? Ir a tal restaurante porque todos hablan de él, comprar un gadget porque “todos lo tienen”, apuntarte a un negocio porque ya varios invirtieron... Nos pasa a todos. Es humano buscar validación en el grupo: nos da seguridad pensar “si los demás lo hacen, debe ser buena idea”. El problema es que, en finanzas, seguir a la manada puede llevarnos por mal camino si el grupo en cuestión comete errores.
Volvamos a Carlos: él y sus compañeros cayeron en una mini-burbuja de inversión por ese efecto de grupo. Compraron acciones que estaban “de moda” sin analizarlas a fondo, solo porque todos en el foro decían que subirían. Esa psicología de masas puede nublar el juicio. De hecho, se ha visto en muchos ámbitos: por ejemplo, en 2021 miles de pequeños inversores coordinaron compras de una acción (GameStop) solo porque era tendencia en redes, inflando su precio artificialmente, para luego verla desplomarse. Cuando nos dejamos llevar así, las decisiones dejan de ser racionales. Nos olvidamos de si algo realmente nos conviene a nosotros por seguir la corriente.
¿Significa esto que debes “cambiar de amigos”? No necesariamente. Pero sí conviene ser consciente de esta influencia. Si descubres que cierto círculo social te empuja a gastos que van contra tus objetivos (o contra tu tranquilidad financiera), pon algunos límites saludables.
Por ejemplo, si todos tus compañeros proponen planes costosos cada fin de semana y tu presupuesto sufre, quizás podrías sugerir alternativas más baratas o decidir no asistir a todas las salidas. Un verdadero amigo entenderá si a veces dices “no, gracias, este mes paso”. También puedes buscar rodearte de personas con hábitos financieros similares a los que tú quieres adoptar. ¿Conoces a alguien que esté intentando ahorrar o salir de deudas? ¡Júntate con esa persona, comparte metas! Así como los malos hábitos se contagian, los buenos también.
No se trata de juzgar a tus amistades, sino de proteger tu propio bienestar financiero. Tener claro lo que tú quieres (pagar tus deudas, juntar para una casa, invertir a largo plazo) te dará una especie de “escudo” frente a la presión del grupo. Como aconseja un especialista, hay que mantener una identidad firme y principios financieros claros para vacunarse contra la influencia negativa del entorno. Aprecia a tus amigos, pero toma tus decisiones monetarias con tu cabeza, no solo “porque todos lo hacen”.
3. Redes Sociales: comparación, FOMO y expectativas poco realistas
Ahora hablemos del elefante en la habitación: las redes sociales. ¿Cuántas veces has abierto Instagram o TikTok y te has encontrado con el post del conocido que está de vacaciones en un lugar paradisiaco, o del influencer mostrando su coche nuevo?
En segundos, sin darte cuenta, puedes pasar de sentirte bien con tu vida a compararte y pensar: “¿Qué estoy haciendo mal que yo no tengo eso?”. Las redes sociales son parte de nuestro entorno diario y moldean de forma poderosa nuestras actitudes hacia el dinero. El problema es que suelen pintar una realidad distorsionada: vemos el escaparate de la vida de los demás (sus logros, compras, lujos) pero no vemos sus deudas, sus sacrificios o si todo es financiado a crédito. Aun así, nuestro cerebro toma esa comparación muy en serio. Empieza a colarse la inseguridad y la sensación de quedarse atrás.
Esta comparación constante puede convertirse en un motor emocional muy peligroso para nuestras finanzas. Los expertos advierten que consumir las vidas perfectas de otros en redes a menudo genera celos, frustración e inseguridad, lo que nos puede llevar a gastar más solo para compensar y “sentirnos a la par”.
Imagina a Marta, que mencionábamos al principio: abre sus redes después de un día de trabajo agotador y ve a una influencer que sigue estrenar el último iPhone, a un ex compañero de la universidad posando frente a su nueva casa, y a una celebridad fitness en su yate. Marta se mira alrededor, vive en un piso alquilado modesto, con un móvil de hace tres años, y de pronto lo que antes no le molestaba ahora le pesa. Entra la ansiedad, el impulso de “yo también merezco algo lindo”. Esa noche, Marta termina comprando online un costoso paquete de spa y un smartphone a plazos. ¿Lo tenía planeado? No. Fue la mezcla de emociones removidas por la comparación en redes la que desencadenó su gasto impulsivo.
No es solo Marta. Todos somos vulnerables a este efecto. Las redes avivan un conocido sesgo cognitivo llamado FOMO (fear of missing out, o miedo a perderse algo).
Vemos a otros disfrutando y tememos estar perdiendo oportunidades ,sea de consumo, de inversión o de estilo de vida, y caemos en decisiones apresuradas. En palabras de un análisis reciente, la sociedad digital exacerba ciertos sesgos: el miedo a perderse “la próxima gran oportunidad” lleva a muchos a lanzarse a inversiones o compras sin comprender los riesgos, y el efecto de arrastre se vuelve palpable cuando seguimos tendencias virales en redes sin un análisis propio, ¿Te suena familiar? Por ejemplo, de pronto todo el mundo habla de una criptomoneda o de las NFT, y aunque no entiendas mucho, sientes que debes meter dinero ahí porque “todos están ganando”.
Además, las plataformas están diseñadas para mantenernos enganchados y vendiéndonos cosas. Aquí entra otro factor: la publicidad dirigida y la facilidad de comprar con un clic. Las redes te muestran anuncios del producto exacto con el que soñabas (porque el algoritmo lo sabe todo de ti), y encima comprar en el móvil no duele tanto como abrir la cartera físicamente. Estudios señalan que pagar de forma digital reduce la “sensación de pérdida” en comparación con dar billetes, lo que nos puede hacer gastar sin notarlo. Y si ya estabas emocionalmente vulnerable por compararte, la tentación se multiplica.
Ahora, no todo es malo en las redes sociales. Dependiendo de cómo las uses, pueden incluso volverse un aliado para tu salud financiera. Así como pueden hundirte en envidia y consumismo, también te permiten conectar con comunidades y expertos que comparten información útil, consejos de ahorro, inversión responsable y apoyo mutuo. El truco está en usar las redes conscientemente en vez de dejarnos usar por ellas.
Un estudio de Harvard encontró que el uso activo y consciente de las redes (por ejemplo, interactuar de manera significativa en lugar de solo hacer scroll pasivo) puede tener efectos positivos en tu bienestar. Traducido a las finanzas: si en vez de compararte o caer en anuncios, utilizas estas plataformas para aprender y rodearte de buenas influencias, tu relación con el dinero puede mejorar (y por esto estás leyendo esto).
¿Cómo lograr eso? Curando tu entorno digital. Así como eliges con qué amigos te juntas físicamente, elige a quién sigues y qué contenido consumes en redes. Puedes dejar de seguir (o silenciar) cuentas que solo te generan ansiedad o te incitan a gastos que no quieres.
A cambio, sigue a personas y páginas que aporten valor real: aquellos que educan, inspiran y comparten consejos financieros honestos, en vez de presumir. Hay toda una comunidad de finanzas personales en redes que busca ayudar a otros a mejorar con su dinero, desde expertos certificados hasta gente común contando su camino para salir de deudas o ahorrar para su retiro. Únete a esos espacios positivos.
Marta decidió hacer una limpieza digital: dejó de seguir a la influencer del lujo ostentoso que la hacía suspirar por cosas fuera de su alcance, y en su lugar empezó a seguir a una creadora de contenido sobre finanzas domésticas que da tips para ahorrar en el día a día. El cambio fue notable; cada vez que abre Instagram ahora ve frases motivadoras sobre pequeñas metas de ahorro, o reels cortos explicando cómo invertir de forma sencilla. Ya no siente esa espiral de envidia y compra compulsiva, sino que sale de la app con alguna idea útil. Tú puedes hacer lo mismo: cultivar un feed que trabaje a tu favor, no en tu contra.
Antes de pasar a los consejos prácticos, hay un tema más que debemos tocar respecto a las redes: los “influencers” financieros dudosos. Desgraciadamente, abundan los gurús en internet prometiendo atajos a la riqueza. Seguro has visto el típico anuncio o video: “Yo gané 1000€ en una semana desde casa, mira mi coche deportivo nuevo. Tú también puedes; solo compra mi curso/señales de trading/etc.”
Eso, sencillamente es una mierda.
Brillan como expertos del dinero fácil, con mensajes tipo: “Invierte aquí, haz esto, sigue mis pasos y ganarás una fortuna; a mí me funcionó, tripliqué mis ingresos”.
Mucho ojo con esto. Como dice el refrán, no todo lo que brilla en internet es oro.
4. Consejos Prácticos para mejorar tu relación con el dinero
Ya identificamos varios porqués de nuestros comportamientos financieros. Ahora pasemos al cómo: ¿qué hacer al respecto?
Cambiar hábitos no ocurre de la noche a la mañana, pero cada pequeño paso suma. Aquí tienes algunos consejos prácticos (y accesibles) para empezar a reconfigurar tu entorno y tus hábitos financieros desde hoy mismo:
Haz las paces con tu historia financiera: Tómate un tiempo para reflexionar sobre las creencias y emociones hacia el dinero que heredaste de tu familia. Escríbelas en un papel. ¿Crees, por ejemplo, que “endeudarse es de perdedores” o que “el dinero viene y va, mejor disfrutarlo ahora”? Identifica esas ideas y luego cuestiónalas. Algunas te servirán, otras quizá no.
Rodéate de buenas influencias financieras: Así como en la vida buscamos amistades sanas, haz lo mismo con tus influencias económicas. Comparte tus metas con amigos o familiares de confianza que te apoyen, por ejemplo, alguien que también esté ahorrando para comprar casa o saldar deudas. Pueden motivarse mutuamente, intercambiar consejos o simplemente entender cuando uno dice “no puedo permitirme ese plan ahora”. Al mismo tiempo, aprende a poner límites amables con aquellos que (aunque te quieran) te arrastran a gastos que no quieres.
Ajusta tu entorno digital: Haz una “dieta” de redes sociales para tu bienestar financiero. Deja de seguir (o reduce la visibilidad de) cuentas que te inciten a la envidia o al consumismo. En su lugar, sigue perfiles que eduquen y aporten perspectivas realistas sobre el dinero.
Practica el “delay” en gastos e inversiones: Un truco práctico para contrarrestar impulsos (ya vengan por presión social o antojos personales) es posponer. Si vas a hacer una compra grande no planificada porque “todos la tienen” o porque viste una oferta relámpago en redes, date 24-48 horas de margen. Muchas veces, pasado el subidón emocional, te das cuenta de que en realidad no lo necesitabas o encuentras alternativas más baratas. Lo mismo con las inversiones de moda: antes de invertir dinero en algo que no entiendes bien, infórmate y duérmelo un par de días. Pregúntate: “¿Lo haría si nadie más a mi alrededor lo estuviera haciendo? ¿Encaja esto con mis objetivos reales?”
Educa tu mente financiera paso a paso: Gran parte de mejorar tu relación con el dinero es perderle el miedo a hablar de dinero y a manejarlo. Dedica tiempo a aprender lo básico de finanzas personales: cómo hacer un presupuesto, cómo funciona el interés de las deudas, qué opciones de ahorro/inversión existen. No necesitas volverte experto de la noche a la mañana, pero cada nuevo conocimiento reducirá la ansiedad y la incertidumbre. Puedes leer libros introductorios, tomar algún curso en línea accesible, seguir blogs o pódcasts de finanzas para principiantes, etc. La educación financiera te vacuna contra muchos engaños y te da independencia para decidir (en esta newsletter tienes UNA GRAN CANTIDAD DE INFORMACIÓN).
Define metas y celebra avances (por pequeños que sean): Para mejorar la relación emocional con el dinero, es importante transformarlo de fuente de estrés a aliado de tus objetivos. Piensa qué es importante para ti: ¿tener un colchón de emergencia que te dé tranquilidad?, ¿pagar esa deuda que te quita el sueño. Establece una meta concreta y alcanzable, y traza un plan en pasos manejables. Cada vez que logres un mini-hito (ahorrar los primeros 100€, reducir un 5% tus gastos mensuales, decir “no” a una compra innecesaria), date un reconocimiento. El dinero es un medio para tus fines, no una fuente de angustia.
Mantén un sano escepticismo: Por último, pero muy importante, cultiva el hábito de pensar dos veces las cosas cuando se trata de dinero. Vivimos en la era de la información (y desinformación) constante. Antes de tomar decisiones financieras, contrasta fuentes, hazte preguntas y no creas en recetas mágicas. Desconfía de cualquier propuesta que suene demasiado buena para ser verdad, ya venga de un conocido, de un correo extraño o de un influencer popular. Tener un punto saludable de duda te ahorrará disgustos y te mantendrá en control.
Tú decides quién te influencia
La relación con el dinero es, en gran medida, una relación con uno mismo y con el mundo que nos rodea. No elegimos la familia donde nacemos ni la cultura en la que crecemos, pero llega un momento en la vida adulta en que sí podemos elegir qué hacer con ese legado y qué voces queremos que nos acompañen en el camino.
Quizá, al leer esto, hayas identificado aspectos de tu entorno que te han llevado por inercia a ciertos comportamientos financieros. La intención no es buscar culpables (¡ni culparte a ti mismo!), sino darte herramientas para comprenderte mejor. Cuando entiendes el porqué de tus hábitos, esa mezcla de crianza, amistades, sociedad y hasta neurociencia, dejas de verlo como un “defecto personal” y lo reconoces como algo aprendido. Y todo lo aprendido se puede desaprender y reeducar.
Al final del día, tú eres el protagonista de tu vida.
Hoy es un buen día para empezar a cambiar.
Tal vez cierres esta newsletter con una pequeña idea que mañana se convierta en acción: cancelar suscripciones innecesarias porque te diste cuenta de que las tenías por presión social, proponer en casa una charla sincera sobre finanzas familiares, seguir ese perfil educativo que te recomendaron, o simplemente pensar un poco más antes de sacar la tarjeta de crédito. Si algo de esto ocurre, objetivo cumplido.
Hasta la próxima,
David.
PD: te dejo el siguiente post porque puede interesarte.
El Poder del Interés Compuesto
Probablemente ya has oído hablar del interés compuesto, pero en este post quiero explicarte de forma breve y clara por qué es tan importante esta maravilla financiera.
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Excelente reflexión. La mayoría subestima hasta qué punto la relación con el dinero es un legado no auditado: patrones que heredamos sin darnos cuenta y que acaban dirigiendo decisiones clave.
Es curioso cómo podemos exigir trazabilidad a un algoritmo bancario, pero no a nuestros propios sesgos familiares o culturales.
Al final, revisar el origen de esas creencias es casi un ejercicio de auditoría personal que muchos evitan porque es incómodo… pero imprescindible.
Y mantenerse fuerte que el esfuerzo a largo plazo se nota 💪. Las veces que alguien tomaba a broma que ganara 10 euros porque para eso... no merece la pena perder tiempo. O que meter en un fondo de inversión 100 euros es como un juego que no vale... que mejor 10.000 euros. Con el tiempo todo suma y la gente empieza a darle la vuelta y empezar a preguntar como lo haces.